Llevamos más de un año en confinamiento y nos hemos visto en la obligación de procurar mantener el distanciamiento físico, limitando la posibilidad de las personas de pasar tiempo con sus familias y amigos. Este proceso ha sido difícil para todos, sin embargo, lo ha sido aún más para niños y adolescentes, cuya estructura psíquica se encuentra en pleno desarrollo, por lo tanto, las consecuencias del impacto en sus emociones son impredecibles. Los niños no están compartiendo con sus pares, impidiendo que logren generar un sentido de pertenencia y desarrollar su identidad personal. Frente al sentimiento de soledad, presentan mayores dificultades al comunicar sus emociones y sentimientos, contando con menos estrategias de afrontamiento.
En Chile muchos estudiantes cumplen más de un año sin asistir a sus escuelas, y aunque éstas se han esmerado en no interrumpir su desarrollo académico y mantener sus estándares, nadie a la fecha se ha preocupado de prestar apoyo a su salud mental. Antes de la pandemia, niños y niñas jugaban a diario con sus compañeritos en los recreos del colegio, esa era su vida. Sin embargo, hoy ya no saben muy bien que hacer para obtener esa sensación de diversión que antes los llenaba, más que usar su imaginación simulando que juegan con sus amigos, mientras en realidad ocupan muñecos o construyen falsas realidades en sus juegos en línea. La crisis sanitaria no solo les arrebató la posibilidad de asistir al colegio y adquirir conocimientos, sino que también les quitó algo mucho más significativo, el recreo, un momento libre de vigilancia constante, donde no están encima sus profesores, ni sus padres, minutos de libertad en los cuales aprenden a relacionarse entre ellos, elaborando y adquiriendo sus habilidades sociales.
La soledad se entiende como una experiencia personal subjetiva, por ende, no se relaciona directamente a factores situacionales. Es por esto, que muchas veces se escucha a padres decir; “¿Cómo se siente solo?, si estamos todo el día en la casa”, sin considerar la vivencia personal del niño o niña. Familia y pares son las dos redes de apoyo más importantes en la infancia y adolescencia, si hoy un niño no está contando con su red de pares, y en casa tampoco se le da la atención y compañía que requiere, está perdiendo sus dos pilares fundamentales por un periodo de tiempo prolongado, lo cual inevitablemente traerá consecuencias negativas a su salud mental. Sin dudas, un niño que presenta sentimientos de soledad está en riesgo de desarrollar depresión. Cuando un niño se siente alejado de sus pares, esto incide fuertemente sobre su ánimo y suele auto inculparse, pues se responsabiliza de su soledad, sintiendo una gran tristeza, baja autoestima y bajos niveles de energía, lo que se refleja en un estado depresivo. Los niños no cuentan con la capacidad de razonamiento que poseemos los adultos, por ende, procesan el mundo de otro modo. Si no les explicamos que sus amiguitos se encuentran alejados por un periodo pasajero, que tiene que ver con la pandemia y no con que hayan hecho algo mal, muy probablemente ellos sientan que cometieron un error y por lo tanto merecen estar solos.
Si bien no podemos controlar lo que estamos viviendo, sí podemos controlar la forma en cómo lo afrontamos. Debemos tener en consideración que nuestra salud mental y cómo vivimos esta pandemia repercute directamente en la salud mental de nuestros hijos, por ende, su bienestar pasa por el nuestro, pues cuanto mejor nos sintamos, mayor será la calidad de los cuidados que les proporcionemos.
Diversas investigaciones han demostrado que los niños al ser expuestos durante largos periodos a la soledad, como es en el caso de la cuarentena obligada, podrían generar a largo plazo afecciones mentales como depresión y ansiedad. En EEUU diferentes artículos señalan que en el último año las visitas a hospitales por emergencias de salud mental de jóvenes y niños aumentaron en alrededor de un 31%, viendo cada vez más casos de niños con la intención de lastimarse a sí mismos e intentos de suicidio. “Se podrían presentar ciertos estancamientos en áreas del desarrollo intelectual. Y emocionalmente, es posible que se perjudiquen la seguridad y la autoconfianza del niño4”.
Una investigación, publicada en el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, basada en alrededor de 60 estudios preexistentes sobre la soledad, el aislamiento y la salud mental de niños y adolescentes entre 4 y 21 años, muestra como principal descubrimiento que aquellos que se han sentido solos tienen hasta tres veces más probabilidades de desarrollar depresión en el futuro, y que su impacto podría durar al menos nueve años, incluso pudiendo aparecer 10 años después de la crisis de COVID-19.
Que niños y niñas se encuentren en casa, junto a su familia, no necesariamente implica que se encuentren acompañados. Claro está que muchas madres y padres se encuentran aún realizando labores a través de teletrabajo, teniendo que organizar y adaptar sus propios hogares a esta nueva realidad laboral, lo cual ha significado para muchos una sobrecarga, tanto a nivel físico, cognitivo y emocional, destinando incluso más horas que antes a sus jornadas laborales, por el temor que implica actualmente quedar sin trabajo. Todo esto ha hecho que los niños a pesar de estar en casa con sus padres se sientan solos, tanto en el área académica, como emocional, que es donde más nos requieren en estos momentos.
Para muchos niños el distanciamiento físico y social ha sido frustrante, aburrido, y entristecedor, no obstante, existen múltiples formas de alivianar lo difícil que ha sido para ellos este proceso:
Anímalos a que pasen tiempo con sus amigos, siendo la manera más segura por ahora, a través de llamadas por video, por teléfono, jugando juegos en línea o sus redes sociales.
Genera un ambiente de calma en casa, ellos necesitan relaciones seguras y tranquilizantes con sus padres u otros cuidadores durante los momentos de estrés. Debemos estar presentes en sus vidas, involucrarnos en su estado emocional y anécdotas diarias, pasando tiempo de calidad juntos, realizando actividades que tengan valor para ambos, generando la sensación de estructura y propósito.
Mantener la comunicación con los integrantes de nuestra familia extendida, contando con más redes de apoyo. Quizás tu hijo se muestre triste o irritable por perderse eventos sociales que para él o ella son importantes, frente a esta situación, reconoce su pérdida y hablen de sus sentimientos.
En caso de contar con las condiciones, espacio y medios, puedan adoptar una mascota, pues esto podría ayudar a proteger a los niños de los sentimientos de soledad y aislamiento social, pues éstas ofrecen consuelo y un sentido de responsabilidad. Pueden servir también como un medio de expresión emocional, fomentar sus relaciones y reciprocidad al entregar y recibir afecto.
Señales de alerta
Muchos padres han comenzado a notar cambios en la actitud de sus hijos, quizás se han puesto más consentidos, demandan mayor tiempo, mostrando enojos más marcados o golpeando cosas, incluso algunos se han vuelto más hiperactivos, presentan problemas para conciliar el sueño o se desconcentran con facilidad. Aunque algunos no queramos ver esto como un motivo de alarma, es importante tomarlo en cuenta, pues los cambios en el comportamiento deben atenderse antes de que aumenten o se agudicen. No debemos esperar a que los niños comiencen a presentar síntomas claros de ansiedad como morder y comer lápices y papeles para decidir acudir a un Psicólogo/a, pues todas las conductas anteriormente nombradas, son claras señales de alteración emocional en la infancia, siendo cada gesto un lenguaje que debemos descifrar.
La invitación entonces es a prestarles mayor atención y detectar los cambios que han presentado, acompañarlos constantemente en esta compleja etapa y ser un apoyo para ellos. Si tienes dudas, consulta a un especialista en salud mental y verás cómo en conjunto podrán generar grandes avances.
Material elaborado por Psicóloga Natalia Hinojosa Montecino, Magíster en Psicología Clínica, diplomada en Psicoterapia Sistémica Infanto-Juvenil y con formación en Psicoterapia Sistémica, Terapia Centrada en Soluciones.